Cuaderno de Navegantes

 


Cuaderno de navegantes nace de errores o desvíos, aunque a ratos pueda acertar. Se trata de una especie de diario íntimo y línea paralela a las investigaciones llevadas a cabo en el trabajo de fin de grado. Originándose en el error y desvío, no puede ser de otra naturaleza que un espacio abierto. Espacio de intercambio en el que se intentan comunicar unas lecturas con otras: las hechas a destiempo con las que el trabajo obligaba. Ninguna pretensión más, ninguna menos. Si se configura como espacio íntimo, es sólo debido a la afinidad azarosa entre las lecturas que divagan por estas páginas y los divagues personales para los que tenía alguna predisposición a acometer, o los divagues para los que no tenía predisposición a acometer en un escrito de carácter más formal. Si se configura como un espacio abierto, es porque lo mueve una cierta exploración de los líndes hacia los que pueden tender algunos de los presupuestos filosóficos que he adquirido a raíz del TFG, más allá de lo propiamente filosófico y en especial en atención a la literatura; buscando las zonas grises en los que filosofía y literatura se tocan.

Ya que mi persona no amerita ninguna clase de diario personal, he considerado que la mejor forma de presentarlo era ocultarlo en una suerte de diario ficticio, en el que dialoguen dos personajes que, si bien no mucho más interesantes, me permiten descansar de la exigencia de tener que demostrar alguna originalidad respecto a mis pensamientos. Apuntes acerca de un lector imaginario es el texto, distribuido en fragmentos, muchas veces sin más relación que la sucesión temporal, otras veces (pocas, los pocos aciertos de este diario), en el que se cristalizan las conversaciones entre estos dos personajes (que mayoritariamente son monólogos de uno sólo de ellos y los apuntes que toma el otro, que hace de narrador, siguiendo con el carácter decepcionante del trabajo). En el navegan las diversas lecturas, como juegos, arabescos, divertimentos, que muchas veces ocultan su rostro por pudor propio, otras por pudor mío, pero que en cualquier caso se comunican entre sí, de alguna manera, y buscan a su manera tocar algún tema desarrollado en el trabajo en ocasiones; otras veces simplemente rozar los temas que quedan latentes en el mismo e incluso temas que puedan parecer, y que probablemente sean, temas totalmente ajenos al mismo, y se encuentran reunidas junto a las otras por puro azar, como peces que han sido capturados por mala suerte en el banco de una especie ajena. 

Son las lecturas las que guían el escrito. Lo guían en el tacto ciego con que se producen las exploraciones infantiles. Yo, en cuanto autor, sólo puedo responsabilizarme de haber intentado dar un cierto orden a las ideas dispersas que he ido cogiendo como juguetes sobre un tapiz, y haber desarrollado, germinalmente, una pulsión narrativa mínima, en la relación entre personajes. 

Dos únicas observaciones sobre los temas, y una vindicación despreocupada:

Si el concepto de barbarie tiene una preeminencia entre las ideas que conforman el diario, es porque la barbarie se toma aquí para una exploración de la identidad. La identidad es un tema importante en el TFG; aquí se la escudriña desde otro punto de vista.

Si el concepto del tiempo tiene también su preeminencia es justamente por una falta en el TFG. Se trata de un concepto clave que por motivos de espacio no pudo tratarse en el trabajo. Lo cual está lejos de implicar que las hipótesis, mayormente de cuño histórico, hubieran tenido algún tipo de cabida dentro del trabajo.

La vindicación: si se da una omnipresencia de Borges en el diario es por un error de segundo grado. Uno de los dos personajes está obsesionado con él. Dice Guillermo Martínez que hay quienes caen en la trampa de creer que leer a Borges es de alguna manera leer toda la literatura en un sólo autor. Poco puedo hacer si alguno de mis personajes ha caído en este error.

 


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