V

 Le he estado dando vueltas a la tesis de Dante. No me quedé satisfecho con su explicación. ¿Qué es lo misterioso en la literatura? Hace unos años toda mi estima de las tragedias griegas provenía de la idea de que cualquier ciudadano iba al teatro conociendo a la perfección la historia y los personajes que verían representados. Consideraba que los temas universales de la literatura eran unos pocos, al igual que las metáforas que los encarnaban, y que, entre todas las historias que podían representarlos, era preferible atenerse a aquellas que ya eran conocidas. De esta manera, la obra se volvía una mera cuestión de estilo. Admiraba en Esquilo esa capacidad constante de agregar, disgregar, mezclar, los motivos con los que la obra debía ser universalmente representada. En Sófocles, la síntesis de los elementos trágicos. En obras de este estilo, el otro, a fuerza de ser representado, desdibuja su fisonomía y pasa a ser uno mismo, el espectador o el lector. Sucede otro tanto con las novelas largas y llenas de episodios, en las que el mismo personaje es puesto a prueba una y otra vez. No sé si esto que pensaba en otro tiempo lo sostendría hoy, pero sigue haciéndome ruido esta pregunta: ¿quién es el otro en literatura?

Además, no creo que la tesis de Dante pudiera ser extensible a todos los géneros literarios. En todo caso, valdrá para la prosa, pero nunca para el verso. Aunque creo que sí hay cierto misterio en qué sea aquello que vuelve eficaz a un verso. Pero no pienso que el misterio sea la ley del verso, sino su ritmo, ya sea en su sonido o en sus imágenes. Aun cuando el ritmo sea en sí mismo misterioso.

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