XV


Llevaba casi una semana sin ver a Dante. Hoy parecía serenado con respecto a nuestro último encuentro. Hemos hablado del
Emma Zunz. Le he comentado mis puntos de vista, los que escribí el otro día. “¿Y qué es lo que se desplaza?” me ha preguntado. “Diría que el cuerpo de Emma. En él se operan todos los cambios”. Estuvo unos minutos pensando. “Es como un Hamlet torcido, el Emma Zunz. Un Hamlet al revés. Sí, ¿por qué no? Si tiene un cuento que es un epilogo del Martin Fierro, ¿por qué no podría hacer Borges un anexo de Hamlet, o bien su palinodia?”. Lo interrogué con la mirada. “¿No lo ves? ¿Acaso no planea el fantasma del padre? ¿Acaso no hay un mandato paterno de venganza (implícito, eso sí, en su suicidio)? ¿Acaso no hay, al igual que hay en Hamlet un teatro dentro de un teatro, una ficción dentro de una ficción? Esta el cuento, y la ficción que ensaya Emma”. “Eso lo veo. No veo en qué punto se invierte” respondí. “Pues en un pequeño detalle. En que el verdadero fantasma, el único fantasma, es el de la madre. Aquel fantasma que la posee durante el cuento sin que llegue a conseguir recordarla.” Me opuse a su interpretación. “El único punto en el que la venganza se ensaya como venganza genuina, es aquel en el que la venganza se rebela contra el vengado. Hasta ese punto, el odio es la promesa hacia el padre, que espera la venganza por la traición de Loewenthal, que ni siquiera Emma sabe si es cierta. Pero cuando el marinero la viola, su odio, su odio verdadero, el que se origina en ella misma, se relaciona de una sola manera con el padre: en el pensamiento de que él también le hizo lo mismo a su madre. La madre es el fantasma detrás del fantasma. Por eso los desplazamientos se dan en el cuerpo de Emma Zunz: porque es un cuerpo espectral, habitado por el fantasma de su madre”. Acepte, con alguna reticencia no formulada, su postura y luego no hablamos mucho más, hasta que, pasado un cuarto de hora aproximadamente, nos despedimos con cordialidad.

***

A Dante se le escapa algo en su interpretación. No son posibles los desplazamientos si Emma está sujeta a una identidad con la madre. Se podría decir de Hamlet que está sujeto a esa identidad, y a los complejos que esta identidad provocan: no actúa porque el peso de la acción, que implica la identidad (pues llevar a cabo la acción significaría convertirse en rey), sería demasiado grande. Pero Emma, por el contrario, actúa: todo lo que hace es actuar.

Hace un rato he recordado lo que dice Schmitt sobre Hamlet. En Hamlet la madre es un tabú: Hamlet debe vengarse contra su tío, no contra su madre, aunque la sospecha que cae sobre la madre no es tampoco sofocada. Schmitt recuerda que el personaje histórico que les viene inmediatamente a la cabeza a los contemporáneos de Shakespeare al ver a la reina de la obra de teatro es el de María Estuardo de Escocia, quien había tenido un episodio similar con el rey de Escocia, casándose sólo un mes después de que su esposo fuese asesinado con su amante y principal sospechoso del asesinato de su marido. El público no debía tener dudas sobre la culpabilidad de la reina, como no las tenía acerca de María Estuardo, pero la obra, por razones políticas, evita a toda costa pronunciarse sobre la culpabilidad de la madre de Hamlet.

En Emma Zunz las dudas, las sospechas, no caen sobre esa madre de la cual casi no se acuerda, sino que recaen sobre el padre. De manera evidente, en el episodio de la violación, al pensar que esa violación no era esencialmente nada diferente de aquello que su padre le habría practicado a su madre alguna vez, aunque fuera una sola vez: aquella en la que fue concebida. Pero, sin mencionarse, las dudas sobre la culpabilidad del padre también están allí. La decisión de ejecutar la venganza puede leerse como la necesidad de librarse de las dudas sobre el honor de su padre. De ahí que la venganza pueda querer hacerse finalmente sobre el padre: no es su justicia, sino su nombre el que está en juego. Emma hubiera podido resolver estas dudas de haberse plantado frente a su padre. El suicidio lo impide, luego sólo queda libre una vía: la venganza contra Loewenthal. El asesinato es un hecho anecdótico, casi desdeñable. A Emma le importa más resolver la relación con su padre.

El padre es tabú. Esa es la inversión. El padre es tabú, en su culpabilidad o no, porque una vez muerto no tiene sentido que no lo sea. Y desde el momento en que el padre sea tabú lo que estaría en juego en el cuento no sería la ambigüedad de la acción que padece Hamlet, sino el destinatario. ¿Contra quién se venga Emma Zunz? ¿Quién es su enemigo?

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