XX



 “Son divertidos estos juegos”. Estaba de mejor humor que otros días. Había vuelto a hablar de su mundo gris, mientras examinaba una bola de tenis que sostenía en su mano. “Es curioso como uno puede matar el tiempo en teorías, críticas, interpretaciones, (las nuestras, dicho sea de paso, son solo divertimentos que no tocan la forma de aquello sobre lo que especulamos) sobre unas mismas pocas decenas de páginas o sobre unos pocos pensamientos. Volver siempre sobre las mismas imágenes, las mismas ideas. Son sólo juegos. Pero uno sigue con sus juegos. Se trata de un verdadero misterio.”

“Quiero decir,” agregó, “el misterio es seguir girando sobre las mismas ideas e imágenes, que forman una topología extraña a la verdad de los textos y los pensamientos. Se le diseña una topología narrativa a un cuento que cautiva su misterio y, en sus incógnitas, la curiosidad del lector; uno desarrolla una sucesión de ideas que forman un entramado de imágenes que misteriosamente prometen algún destino, que lo cautiva a uno en su deseo, y en todo esto pasa ignorado el verdadero misterio. Uno suspira por los huesos de un falso Prometeo que paga por el verdadero, que es la palabra. La palabra es misteriosa, pues toda forma lingüística tiene como correlato lo no dicho. Pues si el texto es, como dice Barthes, atópico, uno va allí a buscar la palabra y se encuentra con lo mismo que el Odiseo de Kafka. Aunque son más bien pocos los capaces de escuchar atentamente a la palabra en su silencio.”

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